En torno al lenguaje (1984)
Con el otorgamiento del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romance 2009, se refrenda la figura del poeta y pensador venezolano Rafael Cadenas como una de las conciencias más importantes en América Latina. La presente entrevista, realizada en 2003, refleja la coherencia del pensamiento del autor con su actual discurso, con lo que se demuestra la continuidad y vigencia de una obra fincada en la honestidad, acorde con la preocupación fundamental en la obra del autor: la búsqueda de una ética universal de lo humano que erradique la violencia y toda magnificación del poder.
Ante la violencia y el poder como impronta del ser humano, ante la fractura del mundo, la poesía y el pensamiento del venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, estado de Lara, 1930), se erigen como una referencia de análisis del hombre contemporáneo. Su crítica parte de un diagnóstico de la conciencia, estancia generadora de nuestro desgarramiento: para el autor, en su reconocido ensayo “Realidad y literatura”, existe una sola condición: “El ser humano víctima de su propia psique (…), de sus prejuicios (…); el ser humano que 'proyecta' su angustia en todo lo que hace creando división, sufrimiento, agonía (…); el ser humano atenazado por sus propios productos: odio, afán de notoriedad, deseo de poder (…); el ser humano consciente del desastre que ha creado y sigue creando, pero como imposibilitado para detenerse (…).”
Frente a este panorama, sus planteamientos apuntan a considerar “la vida como totalidad” y no a partir del fragmento que significa la visión del ego. Así, busca un equilibrio entre la psique, el espíritu y los valores, afincado en la realidad, para llegar “al autohacerse” de un hombre ético, vigilante “de los humos de la propia estimación”, como diría Teresa de Ávila, que reconozca y se reconozca en el misterio mismo que es la existencia.
De esta manera, su reflexión desemboca, como lo dice, en la práctica de un “ethos clásico de la gratitud y de la aceptación de la existencia finita (Schajowicz)”, es decir, un ethos real, humano, construible, universal, que trascienda cualquier dogma de orden político, moral, económico, religioso, y que lleve al hombre a una práctica de vida en concilio con el misterio mismo que es la existencia.
Para Cadenas, la poesía ha sido la fuente en donde encuentra al ser en el lenguaje; sin embargo, para el autor, este proceso debe ser individual por lo que en sus poemas no hay una intención de hablar en nombre de la humanidad. En ese sentido su poesía, engarzada en la más absoluta honestidad, implica una revisión profunda y descarnada del yo que, como dice Ezra Pound, citado por Cadenas mismo, debe ser “un testimonio fiel de lo humano”. De esta manera, su creación es el espejo de un hombre interesado en encontrar el centro de quietud de la psique, centro donde la barbarie sea transfigurada.
Rafael Cadenas pertenece a la estirpe de esos “renovadores secretos” de la literatura de nuestro continente, como dice Juan Gustavo Cobo Borda. Coherente con su visión, es crítico de toda magnificación del poder. Cadenas representa así al "poeta ético, el hombre que ha traído la honestidad y autenticidad, para quien hay que hacer poesía a partir de esa frontera en la que ya el texto no es poético", como ha dicho Gustavo Guerrero, quien fuera uno de los jurados del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romance 2009 otorgado a Cadenas, y antologador del poeta en el recientemente publicado Conversación con la intemperie. Seis poetas venezolanos (Galaxia Gutemberg, 2008).
Con este reconocimiento, se consolida una obra ya de por sí relevante para nuestras letras americanas, y se refrenda al autor como una de nuestras más importantes conciencias en América Latina.
Su obra, gracias a los oficios de Adolfo Castañón, ha sido recogida para Latinoamérica en el volumen Obra entera. Poesía y Prosa (1958-1995) editado por el Fce, en 2000.
— Un aspecto central de su pensamiento es la búsqueda del concilio con nuestra condición humana, que en los últimos libros se ha resuelto en el “ethos clásico”. ¿Cuál es el origen de esta búsqueda y cómo se fue conformando esta noción? En este sentido, ¿cuál es el balance de este proceso de existencia, cuál es la distancia entre el Cadenas del desasosiego al Cadenas de la gratitud?
El origen está en una especie de quiebra psíquica al comienzo de los años 60, la cual me llevó a hacerme preguntas que creía resueltas. Fue un despertar, pues hasta entonces yo había vivido conforme a ideas procedentes de un esquema que a todo responde, que todo lo explica, cuando en realidad no existe nada que esté fuera del misterio, de ese misterio de fondo que también nos constituye, y cualquier explicación no trasciende el campo de lo relativo donde sí puede tener validez. Es allí donde funciona el pensamiento, más allá no, más allá tiene que enmudecer, lo que no está mal pues es muy hablador, porque ha de toparse con lo desconocido, con la fuente infranqueable, con lo que ha recibido muchos nombres, pero en realidad no puede tener ninguno. Es asombroso ¿verdad?, que en rigor no podamos dirigirle la palabra a nuestro fundamento esencial. En cuanto al balance que me pides, no me atrevo a hacerlo, pues me parece que implica un cierre. Se asemeja a un inventario espiritual, lo que exigiría más espacio del que ofrece una entrevista. Espero, sin embargo, que mis otras respuestas complementen las que acabo de darte.
No somos la fuente de nuestro vivir, pero por nosotros pasan las aguas.
Hace algún tiempo solía dividirme en innumerables personas. Fui sucesivamente, y sin que una cosa estorbara a la otra, santo, viajero, equilibrista…
…Era el desfile de los habitantes desunidos, las sombras de ninguna región.
…Fracaso, lenguaje del fondo, pista de otro espacio más exigente,
difícil de entreleer es tu letra…
…Tu llameante rostro me ha perseguido y yo no supe que era para salvarme…
…Tú no existes.
Has sido inventado por la delirante soberbia…
…Por ti yo no conozco la angustia de representar un papel, mantenerme a la fuerza en un escalón, trepar con esfuerzos propios, reñir por jerarquías, inflarme hasta reventar.
Me has hecho humilde, silencioso y rebelde.
— Tanto en su poesía como en su ensayo, la crítica se centra en cualquier fundamentalismo ya sea económico, moral, religioso, político, y se ubica en la realidad. ¿Por qué esta razón, esta crítica escéptica como método para su búsqueda e indagaciones?
Veo que amplías el término fundamentalismo sacándolo del campo de las religiones sobre todo monoteístas que es donde suele aplicarse. El politólogo alemán Thomas Meyer lo definió como “movimiento de exclusión arbitrario” muy opuesto a la modernidad y el cual “pretende ofrecer, en la medida en que condena toda posible alternativa, certezas absolutas, sostén firme, auxilio permanente y orientación incuestionable”. Esta definición que encontré en el libro El fundamentalismo religioso de Klaus Kienzler (Alianza Editorial) permite detectar dicho fenómeno en muchos otros ámbitos, como lo indica tu pregunta. En todo caso, su auge se debe probablemente a que suministra a la persona que elige una creencia cerrándose totalmente, una seguridad que ella siente como inexpugnable. En realidad, no se trata de una elección. La creencia procede inicialmente del hogar, la escuela, el ambiente, y es sólo más tarde cuando puede afirmarse con carácter absoluto, impermeable a todo interrogar. Aparte de la religión, donde hay más propensión a incurrir en fundamentalismos es en el terreno de la política. Los estragos que causa este fenómeno y su acompañante inseparable, el fanatismo, están a la vista con una contundencia inaudita debido al terrorismo que es en su expresión extrema. En cuanto a mi método, en realidad no tengo ninguno salvo la cautela de ese ver que te he mencionado.
— ¿Considera que esto debe ser un centro de reflexión contemporánea, dada la situación que vive Estados Unidos y su enfrentamiento con Medio Oriente?
En realidad todos los fanatismos son religiosos, pues entrañan una absolutización de lo relativo. En ellos subyacen las funestas deificaciones de causas. Fanático es el que extrema su adhesión a una ideología. Según Arthur Koestler “el problema de nuestra especie no es un exceso de agresión, sino una excesiva capacidad de fanática devoción”. El fanático se identifica totalmente con un credo, que puede estar representado por su tribu, patria, iglesia, Dios, historia, futuro, revolución, caudillo. Para reiterar lo que te he dicho sobre el condicionamiento, agrego estas otras palabras de Koestler: “Para una vasta mayoría de hombres a lo largo de la historia, el sistema de creencias aceptado, por el cual estuvieron dispuestos a vivir o morir, no fue de su propia factura o elección; fue impelido hacia sus gargantas por los azares del nacimiento”, lo cual nos dice cuánto peso tiene en la historia lo que se acepta sin examen. A propósito de lo que vengo diciendo, pienso en el peligro que encierran las grandes palabras, pues en su nombre se suelen suspender la razón, la ética y la piedad, y entonces todo desmán, toda inhumanidad, todo horror se tornan posibles. Pero siguiendo el hilo de tu pregunta, ¿qué hacemos con cavilar sobre lo que pasa en Estados Unidos, en Medio Oriente o en tantos otros lugares de nuestro amenazado planeta? Claro, es inevitable hacerlo, aunque eso a nada conduce. Las citas que he hecho de Koestler proceden de su ensayo “La explosión cerebral”. Este escritor, testigo y víctima de las tragedias del siglo XX, que se prolongan en éste, no creía posible un cambio en el ser humano. Confiaba sí en que la ciencia pudiera crear una sustancia que impidiese las locuras del cerebro arcaico, el reptiliano, pues sólo a él se las atribuye, librando así de responsabilidad a la neo-corteza, el cerebro propiamente humano, que para mí, al contrario, es el más acusable. También Peter Sloterdijk apela a la tecnobiología con un fin parecido, en su libro Normas para el parque humano, refutado con abundancia de razones por el poeta, ensayista y profesor de filosofía Josu Landa, quien trae a colación la posibilidad del autohacerse del ser humano, debida al hecho de no estar predeterminado como el animal.
— ¿De qué manera refrenda esta visión al observar la situación de su país?
Me preocupa mucho la división del país. Estamos ante un gobierno que trata de fabricar una revolución que en ningún momento ha definido claramente, y ante una oposición que la rechaza por considerar que conlleva un propósito de dominación con miras a implantar un régimen hecho de retazos ideológicos de la vieja izquierda, militarismo y caudillismo, todo ello cubierto con el nombre de Bolívar cuyo uso desmedido da la impresión de que el gobierno ha literalizado el poema de Neruda a este héroe, ¿lo recuerdas? “Todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada”, etc.., lo que está bien en un poema, pero en la realidad resulta un exceso. En el país existe, sin duda, libertad de expresión, pero los llamados círculos bolivarianos —tenían que llamarse así, ¿verdad?— constituidos por el propio gobierno para su defensa, amenazan, insultan y agreden a periodistas y a manifestantes de la oposición. La justicia adolece de una falla radical: los poderes públicos —contralor, fiscal y defensor del pueblo— son personas que están al servicio del régimen y no al de la sociedad. También los magistrados del Tribunal Supremo fueron escogidos con la misma intención, pero últimamente dieron una muestra inesperada de independencia para consternación del gobierno que reaccionó inmediatamente con insultos y amenazas a los magistrados que no votaron como éste lo deseaba. En una democracia es esencial que los poderes públicos sean realmente autónomos. A mi ver tal ha sido aquí el problema central pues sin justicia la verdad es inoperante. La división de poderes ideada por Montesquieu tenía el propósito de cerrarle el paso al despotismo y moralizar el Estado, urgencia por la que claman en vano desde su nacimiento los países de nuestro continente. “Es una experiencia constante —piensa— que todo hombre que posee poder tiende a abusar de él y esto último es, precisamente, lo que hay que impedir”, dice José Luis Aranguren en su libro Ética y política (Guadarrama). Por eso dije en una declaración que ese francés ha sido muy infortunado en nuestro país, sobre todo en el actual periodo. De tal anomalía —a la cual se suma el control de la Asamblea Nacional por el gobierno— se derivan los otros males que no voy a mencionar para no extenderme, pero hay dos hechos que sí debo señalar. Uno es el que haya sido imposible crear la comisión que investigue el crimen del 11 de abril a fin de saber quienes son los responsables de semejante atrocidad. Sé que la verdad es un producto muy escaso, sobre todo en Latinoamérica, pero en este caso encontrarla es demasiado importante como para que se repita lo de siempre: dejar que el tiempo aporte el olvido cómplice. El otro hecho es casi inseparable del anterior: ante la corrupción también campea la impunidad. Finalmente, no puedo pasar por alto que la cultura ha estado muy relegada. Te daré un solo ejemplo: la Editorial Monte Avila tiene más de un año sin recibir el aporte del Estado para la publicación de libros. Es necesario sobre todo en Latinoamérica —permíteme insistir en esto— limitar el poder de los presidentes, tengan o no inclinación autoritaria, pues a veces actúan como reyes del periodo absolutista cuando simplemente son empleados públicos al servicio del país, y nunca al de una parcialidad, lo cual sería una aberración. Ellos son elegidos por el pueblo, denominación que incluye a todos los sectores de una nación, no por una divinidad. Ponerles coto mediante la constitución contribuiría a evitar que el poder los enloquezca, tal vez dejarían de sentirse importantes, y hasta se vuelvan humildes al perder los “humos de propia estimación”, para decirlo con frase de Santa Teresa. Después de todo, el brillo que presta el cargo dura poco, y al concluir, el mandatario pasa o debería pasar a ser un ciudadano corriente.
En el mundo no señorea el ser sino otra fuerza. Existe una desconexión con el fundamento. Esta quiebra forma el telón de fondo del caos actual.
misterio y realidad
— Hay cierta trayectoria del espíritu que inicia con una negación “de los caminos de gracia”; posteriormente acepta un “hambre de gracia”, hasta que llega a la aceptación del fluir con la vida. Así, concilia dos aspectos, la razón ubicada en lo real y esta apertura “al misterio de vivir”, es decir, llega a una “mística personal”, como dice. ¿El concepto del ethos clásico es la manera de conciliar razón y misterio?
Sí, procuro ir con la vida sin oponerle resistencia. Casi me dejo llevar, aunque a veces me atasco. Dependemos de esa fuente, pero no la poseemos, más bien le pertenecemos. Ver, sentir eso es una apertura que puede significar mucho para quien esté muy envuelto por su ego. Debo decirte que siempre evito la palabra “mística” porque se presta a confusión, suscita prejuicios y está tan cargada de sentidos que terminamos por no saber qué significa. Al usarla conviene tener la precaución de precisar qué tratamos de decir con ella. Razón y misterio no se oponen, lo que pasa es que ella llega a un punto después del cual no puede seguir. Allí se encuentra con el espacio del misterio, palabra que por cierto tiene la misma etimología del término “místico”. Deriva como éste de mistés, que designaba en Grecia a la persona iniciada en los ritos secretos. Si lo que se llama certeza religiosa tiene que ver con creencia, pues no tengo ninguna. ¿Creer significa religión? Pienso que no, aunque es lo que piensan los más. Pero sentir el misterio que nos rodea y nos constituye sí me parece religiosidad.
— Como se ha dicho, en sus concepciones hay un privilegio de lo existente, e incluso, el concepto del “misterio de vivir”, se afinca en la realidad (por ejemplo, niega cualquier mística que privilegie otra realidad más allá de ésta). ¿De qué manera esta concepción se fue conformando dentro de su proceso crítico? ¿Qué se deja de lado o qué se gana?
La palabra realidad para mí es otro nombre de lo desconocido, que nunca será conocido. Es todo cuanto sucede, pero también lo nouménico. Detrás de lo existente hay una especie de inteligencia ¿verdad? Marco Aurelio tiene una frase que me gusta y viene al caso. El habla de “la mente gobernadora del universo”. Piensa, por ejemplo, en nuestro cuerpo. Ahí tienen lugar innumerables y complejos procesos que afortunadamente no dependen de nuestra mente consciente. El yo no podría manejarlos, produciría un desastre como pasa con todo lo que toca. Es otra mente absolutamente impersonal la que los lleva cabo. Alan Watts tiene sobre esto páginas esclarecedoras. Preguntas qué se gana. Creo que nada y todo. Se deja de lado la mezquindad, y si aparece en nosotros nos damos cuenta. En realidad no somos dueños de nada. El yo se apropia de todo empezando por el cuerpo, lo que le es más próximo. Si alguien, pongamos por caso, tiene un don, cualquiera que sea, el yo se lo apropia cuando en rigor el mérito de éste estribaría en lo que haga con él, pero básicamente no le pertenece. Comprender esto puede ponerle fin a la vanidad. Acabo de notar que estoy hablando como alguien que sabe y eso me alarma; te pido que me disculpes.
Callo. No voy más allá de mis ojos. Me consta este alrededor.
— De pronto se vuelve la sombra, al yo que todo lo trastoca; por ejemplo en Memorial: “hoy descubrí que el borde maligno aun existe”. Después escribe “Caemos, recaemos”. Una vez llegado al concilio con la propia condición, ¿éste permanece o la crítica, la vigilancia del yo, debe ser constante? ¿Qué es lo alcanzado entonces?
Porque no existe ninguna garantía. Podemos deprimirnos o sentirnos ansiosos o ser visitados por el miedo. Aunque se haya lidiado con el yo, es posible que esos estados se aparezcan y se trate de hacer algo, pero no creo que enfrentarlos con la idea de vencerlos sea lo más conveniente. Tal es el impulso habitual. Como si se tratara de una pelea, pero en este caso la inveterada agresividad de los humanos no tiene cabida. Ellos quieren siempre dominar, controlar, triunfar. Uno de los poemas de D.H. Lawrence que traduje hace tiempo es precisamente “Triunfo”. Te lo copio.
“Me parece que durante cinco mil años por lo menos
los hombres han querido triunfar, triunfar, triunfar,
triunfar sobre sus semejantes, triunfar sobre obstáculos
triunfar sobre el mal
hasta que ahora la palabra misma es asqueante, no la
podemos oír más.
Si miráramos en nuestros corazones, veríamos
que detestamos la idea del triunfo,
estamos hartos de eso.”
El trayecto no es lineal. Tampoco la palabra resultado sería apropiada y nada tiene permanencia, como lo sabía bien Heráclito.
— Una característica de su escritura es un discurso contundente, pero sobrio, temperado, ajeno a la “verbosidad abundosa”, como usted dice, que se da a la par de un proceso de escritura meditado, lento. Estos aspectos se reflejan en temas escritos a partir de una auto exploración honesta. ¿Desde qué convicción surge esta actitud de vida y escritura? ¿La asume como una estética? ¿Cuál sería su actitud frente a otras estéticas en la poesía latinoamericana que buscan otros caminos?
Hoy pienso más las palabras, lo que tal vez no sea conveniente para la poesía, pero ¿qué puedo hacer? En su reino no caben las decisiones. Los cambios se dan un poco solos. Van apareciendo sin que uno se dé cuenta aunque están vinculados con nuestro movimiento interior. Mi actitud no es estética, si bien le doy, claro, mucha importancia a la forma, sin ella no hay poema ni nada, y lo que haya de ética en mi trabajo nace de un sentimiento de unidad, de esa unidad que subyace en todo lo existente. Uno puede rechazar posiciones ideológicas de otros sin perder de vista que son seres humanos, y lo más importante es esta condición. Percatarse de que ella está por encima de todo es muy saludable en este mundo tan lleno de violencia. El crimen en política comienza con la palabra “enemigo”. Usarla es ya prepararlo.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico…
Los hados nos dieron
una lengua noble,
como un buen vino
de bodegas medievales….
Una labor sin pretensiones,
un trabajo
de taller que preserva
el bien recibido
y lo entrega a otras manos en el estrépito.
— ¿Cómo se puede conciliar esta búsqueda de la dignidad, este “autohacerse”, con el escepticismo que siente hacia el ser humano? ¿Éste es permanente y definitivo?
Escepticismo, para lo que uno siente en este momento, es un término eufemístico. Basta ver lo que ocurre todos los días en el mundo para no incurrir en optimismos ingenuos, que nos colocan, voy a usar una frase que le robo a Juan Goytisolo, en las afueras de la realidad. La verdad es que nos hemos acostumbrado al horror. Ni siquiera el más extremo, el de los genocidios, no conmueve a la mayoría de los seres humanos. Voy a citarte sólo uno. Según Mathieu Ricard, en un diálogo con su padre Jean Francois Revel, los chinos asesinaron un millón de tibetanos además de destruir seis mil monasterios y oprimen el Tibet, todo ello ante la indiferencia mundial. En casi todos los países se violan los derechos humanos. Los más civilizados son los que fabrican más y mejores armas. El último aporte de Italia a la cultura, por medio de la Fiat, es el haber perfeccionado las minas antipersonas. Ahora no las hace de metal sino de plástico para que no puedan ser detectadas. Mujeres y niños seguirán siendo las víctimas de esas bombas. Las armas atómicas y químicas continúan siendo una amenaza. No se le ve fin a la insania antirreligiosa de las religiones más mortíferas. El más inteligente de los depredadores sigue hiriendo la tierra, que es como si hiriera su propio cuerpo. Los brotes de violencia aparecen en cualquier parte, cesan en un lugar y surgen en otro. La delincuencia, el terrorismo y la corrupción son enfermedades endémicas y a todo lo anterior se añade el crecimiento desmedido de la población, que reproduce sin cesar los problemas; pero no seguiré esta enumeración. Son tan sabidos los males que nos rodean. En cuanto a los países hispanoamericanos, parecen destinados a no acertar. Suelen ser víctimas de caudillismos militaristas o de regímenes democráticos que terminan destruidos por la viveza criolla. En nuestras naciones lo único que parece prosperar es el ego. ¿Cuándo tendremos gobiernos donde realmente prevalezca la honestidad, una honestidad que sea inexpugnable? Yo siempre espero que aparezca el hombre ético. Sin embargo a la democracia, aunque siempre nos deja insatisfechos, hay que cuidarla; esto se lo digo, con abuso de confianza, a mis queridos mexicanos, y la mejor manera de hacerlo es ampliándola, despojándola de sus vicios, haciéndola socialmente más justa y por tanto más sólida. Casi siempre es posible mejorarla, a menos que haya fuerzas diabólicas que lo impidan. Termino, a modo de desquite, con una pregunta. ¿Cómo anda la de ustedes?
* Esta entrevista fue realizada con el apoyo del Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones Culturales del Fondo Nacional para la Cultura y las artes del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca/Conaculta), 2002-2003, México.
** Claudia Posadas es poeta y periodista cultural mexicana, pulsarcomunicacion.cultural@gmail.com; ha participado en diversas publicaciones especializadas dentro del ámbito hispánico. Actualmente prepara un libro de entrevistas con escritores hispanoamericanos.
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